2 de enero de 2015

La rebelión del ser


           

           Alguna vez Antoine de Saint-Exupéry dijo: «Combatiré por la primacía del hombre sobre el individuo», partiendo de esta frase podemos calificar la era en la que estamos viviendo como la de la rebelión del ser, donde el individuo es el protagonista principal de una época donde se piensa que lo más significativo y verosímil es plantear razonamientos supuestamente inalienables, establecidos por medio de antivalores, siendo estos camuflados por la ególatra idea de la erudición suprema, como las nuevas máxima que debe obedecer el humano para encajar en la era actual, pensando que el fin justifica los medios. Este tipo de pensamiento excluye inconscientemente el concepto de conjunto: el ser como parte de un universo.
          El inconveniente de esta rebelión está en los principios que se están utilizando como guía, por ejemplo, según Mario Bunge, desde mediados del siglo XX en Europa de extendió un pensamientos basado en corrientes irracionalistas y  oscurantistas. De este modo, a medida que ha ido transcurriendo el tiempo, este pensamiento se ha extendido. La sociedad se ha sumergido en ideologías que no se fundamentan en visiones objetivas sobre cómo alcanzar un desarrollo humano inalienable y que tenga cimientos  en valores, concretos, que no hagan daño a la materia prima de la sociedad, ni a su cultura, ni al hombre como parte de esa sociedad.
         Estas corrientes de pensamiento han ido surgiendo de maneras deseiguales y variadas alrededor del mundo, por ejemplo, según el escritor Ernesto Sábato, desde que surgió el Renacimiento como movimiento cultural se comenzaron a ver cambios significativos en la consciencia social y surgen los ideales individualistas de la cultura. Luego, con la revolución industrial las maquinas comenzaron a ganar protagonismo en la vida de las personas. La evolución cultural desde entonces, ha sido mucho más apresurada, perdiéndose, de este modo, ciertos principios y procesos y ganándose otros.
La rebelión del ser está estrechamente relacionada con la fase evolutiva que ahora se conoce como posmodernismo. Las tendencias que caracterizan este movimiento filosófico, según historiadores, es la afinidad del hombre por el desarrollo individualista, dejando de lado, por ejemplo, la historia social. El individuo se preocupa desmesuradamente por el futuro y el presente. Esta corriente que se ha intensificado desde el siglo XX en adelante se ha extendido a más de un área específica de la vida: las artes, las ciencias, la economía, la historia, etc.
         Los problemas que acucian al hombre por estos días recaen principalmente en la forma en la que se ha desarrollado el pensamiento social. Las herramientas que se les proporciona a las persona carecen de un valor relevante para las máximas en las que, según los valores del antiguo mundo, debíamos apoyarnos. Esto, en principio, no es un comportamiento que debe afectar la conciencia social, pues, tal como otras corrientes, esta tiene una perspectiva desde la cual se le puede sacar provecho; el problema vendría a ser cómo manejamos toda esta nueva información y cómo la organizamos. La forma en la que se educa en la sociedad ha tomado un camino distinto del que debería llevar para poder cumplir satisfactoriamente con las características que, en un comienzo, se quería que tuvieran todos estos movimientos que surgen con el nuevo pensamiento del posmodernismo.
         La conciencia que se adquiere con esta rebelión de pensamientos y actitudes va muy ligada a la que el filósofo Frederick Nietzsche calificaba como nihilismo pasivo, donde se reconoce que los valores tradicionales (representados por la religión cristiana) han perdido su valides en la vida de las personas. En la nueva era el humano se preocupa mucho más por llevar a cabo una revolución tanto en su interior como en el exterior y es esta fuerza es la que lo lleva a perderse entre los intersticios de una realidad que podría calificarse como vacía y, como tal, carente de un sentido de pertenencia. La realidad, la sociedad y el pensamiento privan al individuo de ese sentido de propiedad. El ser humano, en un intento desesperado por convertirse en un ente que rompa con la cotidianeidad en la que vive hasta ese momento, va perdiendo su propia esencia.
         Esta rebelión se ha extendido en todas las direcciones posibles, por ejemplo, en el ámbito económico una de las corrientes comunes de esta época es el capitalismo moderno. En las últimas décadas podemos encontrar que números países han decidido cambiar su sistema económico y abrirse a las posibilidades que brinda este tipo de sistema social. También en las artes se puede ver claramente las nuevas tendencias que marcan las obras posmodernistas: filósofos como Nietzsche o Immanuel Kant, literatos como Jorge Luis Borges, Franz Kafka y Haruki Murakami caracterizan sus obras ―el comportamiento de sus personajes, sus peculiares formas de pensar y actuar― con el signo de la alienación; en la pintura y la música vemos, también, claramente marcadas estas tendencias: la enajenación del individuo, pérdida de la consciencia social, el humano es arrastrado sin poder poner límites u objeciones a una vorágine donde es desprendido de su personalidad para finalmente terminar perteneciendo a las masas, a los sistemas y comportamiento recurrentes de la nueva era. Es evidente que esta es una época que ha dejado marcas significativas en la sociedad, tanto en la historia como en la conciencia del humano que está viviendo esta serie de cambios. Cambios que para bien o para mal no pueden evitarse, pues estamos en carriles que solo tienen un sentido.
         La rebelión del ser es la muestra que da la humanidad de su indómita capacidad de querer sentirse uno solo, único; de su lucha por llegar a un estado de unanimidad, de volvernos uno y dejar atrás la vida en sociedad. La principal característica de esta lucha entre el ser y su entorno es que la persona no es ajena a la realidad en la que vive, es decir, se percata de los errores que comete, pero decide ignorarlos o, simplemente, cambiar su punto de vista para beneficiarse. Es así como el humano comienza a vivir en su propia injusticia y empieza a ser víctima de sus propios errores. La supuesta liberación que esto advierte es una falsa visión del mundo, ya que en una sociedad que no tiene límites para sus expectativas de desarrollo no puede haber una verdadera liberación.